
Ayer, 16 de octubre, la Academia de las Artes Escénicas de España perdía a uno de sus socios fundadores, el conocido productor y distribuidor teatral Enrique Salaberría Folgado fallecido en Madrid, ciudad en la que desarrolló la mayor parte de su carrera profesional.
Nacido en Pasajes de San Juan descubrió el teatro asistiendo a un montaje de Els Joglars; momento, según contaba, en el que decidió dedicarse al teatro. Con ese propósito viajó a Paris a estudiar interpretación incorporándose a su vuelta al recién creado centro de estudios superiores de interpretación Antzerti de San Sebastian, ciudad en la que vivió buena parte de su primera juventud intentando desarrollar una carrera teatral que finalmente derivaría hacia la producción y distribución de espectáculos. Así, aún recordamos su trabajo iniciático en la producción sacando adelante la primera puesta en escena de la pieza “El Relevo” de Gabriel Celaya.
En los años 90 decidió probar suerte en Madrid compartiendo penas y glorias con un importante número de profesionales vascos de todas las esferas de las artes escénicas que desembarcaron en la capital del estado persiguiendo una mayor proyección de sus aspiraciones artísticas. En su caso, con la clara intención de trabajar detrás de las bambalinas porque el camino de la interpretación parecía estar cerrado para él. Añadiremos que a ello contribuiría también su innata vocación empresarial que le ayudo a sentirse especialmente cómodo en esos menesteres.
Después de trabajar un tiempo en la distribución de las producciones de PENTACION, constituyó su propia empresa Smedia, que ha presidido hasta su lamentable pérdida.
La marca Smedia se asocia a la producción de espectáculos pensados por y para un público masivo que con la compra de las entradas debía asegurar el sustento de los numerosos teatros que Enrique Salaberría gestionaba en diversas ciudades del estado y especialmente en Madrid. De hecho, el inicio de su andadura como gestor de espacios escénicos dio comienzo con su dirección de la programación del Teatro Alcazar en 1999 al que seguirían una decena de espacios que lo llevaron a ser uno de los empresarios de paredes más importantes de España.
Según contaba a menudo, los éxitos de su carrera se forjaron en los fracasos que prácticamente lo arruinaron un par de veces; fracasos que lejos de desanimarlo le sirvieron de acicate para adentrarse en nuevas aventuras que le permitieron transitar casi todos los géneros escénicos y cosechar algunos grandes éxitos. Para muestra un botón: el medio millón de espectadores que asistieron a su producción del espectáculo “Burundanga”.
De carácter extrovertido y firme defensor de sus conceptos sobre el sistema teatral español, no dudaba en exponer su creencia en la iniciativa privada como motor principal y casi único del teatro. Esto le llevó con frecuencia a debates intensos con los representantes del sector público, entre los que me encuentro, pero siempre coincidimos en la defensa de la cultura y el amor por el teatro, lugar de encuentro en el que la humanidad de Enrique se expresaba con su mejor sonrisa. Tuve la oportunidad de comprobarlo por última vez en DFERIA, en el mes de marzo. Compartimos muchas horas de conversación y nada hacía presagiar este luctuoso acontecimiento. Sus palabras, a pesar de la enfermedad, desbordaban optimismo y planes de futuro que desgraciadamente no podrán cumplirse.
Descanse en paz.