La Academia pierde a uno de sus primeros Miembros de Honor. La revista Artescénicas se inició precisamente con el dramaturgo en la portada y páginas centrales. La salud del gran personaje de la escena era muy precaria desde hace varios años pero ha seguido presente en la prensa y en el teatro hasta el último momento. Hace dos años, en el María Guerrero, estrenó su último espectáculo: Salvator Rosa, o el artista.

Su faceta como dramaturgo arrancó en España con lo que fue conocido como ‘Teatro Furioso’. El año 1976 estrenó un programa doble que incluyó La carroza de plomo candente y El combate de Opalos y Tasia. Vendrían luego La señora Tártara y Coronada y el toro, dos textos con brillante lenguaje que definió como reóperas. A lo largo de los años estrenaría El rayo colgado, Corazón de arpía, Los españoles bajo tierra, El baile de los ardientes, El manuscrito encontrado en Zaragoza, Pelo de tormenta…

No menos importante ha sido su faceta de escenógrafo y diseñador de vestuario. Logró un estilo barroco, onírico, a veces surrealista, reconocible inmediatamente al primer vistazo.

En 1990 entró en la Real Academia de España ocupando el sillón J. Ha recibido, entre otros premios, el Nacional de Teatro en dos ocasiones y el Nacional de Literatura Dramática,

Para quienes quieran conocer más detalles de su apasionante vida, tanto en sus primeras etapas en Italia y París, como tras el regreso a España en 1964, les recomendamos su libro de memorias: Las cosas como fueron, publicado en 1992.

La Academia de las Artes Escénicas de España se suma al dolor del mundo de la escena por la desaparición de uno de sus maestros indiscutibles.

Texto: Antonio Castro

Foto: Miguel Pla